Si no sirve mi canción
Pa´que se encienda tu alma
Quema entonces mi guitarra
Pero que crezca la llama
Alí Primera
Mientras me complacía a adaptarme en una nueva trinchera de labores, intentaba canalizar mis energías para contener la arrechera que me produjo conocer la noticia del asesinato del cacique yukpa, Sabino Romero, a manos del sicariato terrateniente del Estado Zulia. Sería un mal augurio que comprendería después.
Amanecí con la noticia del comunicado oficial donde anunciaba que Chávez había entrado en una complicada situación de su sistema respiratorio. Me dije: maldita sea... Y continué, sin abandonar ese pensamiento preocupado en toda la mañana.
La noticia sobre una reunión de la dirigencia política, ejecutiva y militar siguió sumando en mí una inevitable sensación que invitaba a convencerme y prepararme sobre un desenlace que no lograba asir como posible, no lograba imaginar una Venezuela sin Chávez como líder en vida del proceso revolucionario de mi país. Para estas situaciones uno difícilmente se prepara.
Esperando el momento de que la fulana reunión pautada para la 11 generara noticias, ansiedades y reflexiones, me enteré que habría una alocución de Nicolás Maduro a las 13. La esperamos atentos. Yo no quería estar donde estaba, yo no quería estar atento a otras actividades. Yo quería estar en la calle, con mi gente, despierto y dispuesto a ser uno más en la guardia montada.
Quizás me equivoque, pero la pautada alocución fue casi puntual. Duró, creo, cerca de 45 minutos. Maduro habló sólo, sin nadie atrás, hablando como líder que es, expulsando a injerencistas de la “Comunidad de Inteligencia” gringa. Le resté importancia, la injerencia es el segundo apellido de la reacción, de los poderes fácticos que no han descansado en atacar el grito rebelde de mi nación. ¿Qué es una raya más pal´ tigre? pensé, esperando que no haya sido un recurso de Maduro para desviar la atención.
Dijo mucho Maduro, pero a la vez poco. Eso me alertó aún más. Concluí que definitivamente podría estar entrando en un hoyo critico de la situación; pensé que quizás podríamos salir de ahí, pero las conclusiones a la que las palabras de Maduro me llevaron, canalizaron mi atención a que el Vicepresidente quiso decir varias cosas, al decir pocas.
Que Maduro haya dicho lo mismo que dijo Villegas la noche anterior, para mí significó que Chávez no estaba muy complicado, significó que estaba muy muy muy complicado en su situación. El otro objetivo de ese mensaje fue una contundente demostración de fuerza ante los factores que han intentado tejer los hilos para investir al presidente de una camisa de fuerza y acometerle un asesinato político. No lo han logrado ni lo lograrán. Hoy menos que nunca. Cerrar filas por el Comandante, sin divisiones, condiciones, mezquindades. Fue su palabra y es orden cumpliéndose.
A eso de las 17 y 10, volviendo a Caracas, una compañera en el bus me comentó algo que nunca entendí del todo, pero que interpreté como que, para ella, Chávez moriría. Le respondí: No digas eso. Vamos a esperar compañera.
Salí del bus y me dirigí al Metro. Observaba a la gente. Había silencio. La gente se miraba mucho, unos a otros. Todo esto lo interpretaría después... En su momento sólo percibía que la gente se interpelaba con las miradas. Hubo un señor más adelante en la cola de al lado que volteó y me miró, le miré y volteó. No olvidaré esa mirada de inmensa tristeza que en su momento no llegué a comprender.
Esperando a que cerraran las puertas de un vagón lleno en la Estación Zona Rental, recibí la llamada de mi compañera. Hola amor, ¿todo bien?. Y su voz lleno de angustia me alertó. ¿Vos dónde estas?. En el Metro, respondí. Venite para acá Javier. ¿Qué pasa?. ¿No sabés?. No. Falleció Chávez.
Coño pana...
Vi nublado, se me fueron las piernas, nudos de garganta. Vi el vagón y la gente seguía rara, en silencio mirándose. Creo que nunca quise tanto llegar inmediatamente a un destino. Recuerdo poco, pero quise tener el poder de trasladarme cósmicamente y a la velocidad de la luz a algún lugar. Descarté en seguida esa estúpida idea. Si tuviera poderes similares hubiese elegido viajar en tiempo-luz y advertirle a Chávez que sufriría cierta maldita enfermedad. Lo salvaría y estaría aquí con nosotros.
Salí a la superficie obnubilado, tendría que caminar mucho hasta llegar a la casa de mi compañera y mis amigos. Se me hizo eterno, sin embargo caminé muy rápido. La gente seguía en su extraña actitud. Querían llegar rápido al igual que yo. Se cerraban santamarías, negocios ya cerrados. Me dolían los pies de lo rápido que caminaba. De hecho decidí correr, necesitaba llegar. Quería pensar que lo que me dijo Laura había sido un rumor. Soñaba con regañarla, invitándola a que no creyera en los rumores. Tenemos que seguir entrenándonos en ello. Ella, que está bien informada, que todas las madrugadas lee la prensa de su país y que está afinada en las estrategias de la derecha, no debía caer en el juego. Quería criticarla carajo, con amor, quería creer que creyendo que era mentira podía despertar y saber que esto no era así. Que volteo la mirada, pestañeo una vez más y todo está en proceso de construcción, con Chávez a punto de inaugurar una fábrica de cualquier vaina. O participando en alguna reunión para profundizar la integración de nuestros pueblos.
Toqué el intercomunicador, esperé a que bajaran y me vi con una Laura desencajada. Entré al hall y mientras esperábamos el ascensor le vi los ojos y le pregunté: ¿es verdad lo que me dijiste?. Me asintió con la cabeza, sollozando. Uno no sabe qué pensar. Solo llorar era la respuesta. No hay diálogos ni códigos en esos momentos. Sólo dolor. Mucho dolor, de esos dolores de entrañas.
Bajé a comprar unos necesarios cigarros con mi compadre. Regresé. A partir de aquí, el llanto sería mi compañero intermitente pero consecuente. Mucho llanto. Llanto del bueno, llanto movido por el profundo amor hacia un carajo necesario, de pinga, demasiado humano, inmensamente admirable, infinitamente amable, del verbo amar.. Un tipo realmente especial. Un hombre que tuvo como responsabilidad impregnarse del deseo de lucha, el amor, la rabia, el clamor, la lealtad de los pueblos.
Chávez es el resumen histórico de mi Nación Nuestraamericana.
Estuvimos hasta la madrugada del miércoles en la Plaza Bolívar. Fue una noche larga, llena de una tristeza popular sin precedentes para mí. Sólo los que estuvimos allí podemos confirmarlo y creerlo. De un momento a otro el cielo se tiñó de un rojo sorprendente. Yo no encontré explicación. Seguro hubo forma de esclarecerlo racionalmente. O quizás no. Pero sea como sea, que impactante casualidad.
La Plaza Bolívar fue un espacio que me permitió percibir el matrimonio entre el dolor, la voluntad fortalecida de lucha y la convicción amorosa de lealtad de un pueblo que sigue mandando mensajes claros a los altos representantes de la derecha y sus tontos súbditos: no se equivoquen. No confundan dolor con debilidad. No lo hagan. De pana ni se atrevan, es una invitación humilde pero estoy seguro de lo que digo.
Lo he escuchado muchas veces, pero esta vez lo viví con intensidad, esa necesidad de dormir y despertar con un Chávez dueño de su cuerpo y andando por ahí.
Evidentemente, amaneció y no fue así.
Sólo percibí como real mi voluntad de no seguir durmiendo y prepararme para darle un largo: Hasta la Victoria Siempre! a mi Comandante.
A las 10 de la mañana del miércoles llegamos a la estación Maternidad, a esperar que Chávez, pocos metros más arriba, hacia la montaña, saliera del Hospital Militar y se bañara de pueblo, una vez más, en su marcha eterna hacia la Academia Militar. El color rojo y las triadas de los colores de mi bandera cubrirían un escenario imposible de olvidar. Se sentía un ambiente pesado, pero no de tristezas evidentes, sino por la tensa simbiosis entre la alegría de convocarnos de nuevo, como otras que involucraban nuestro ferviente compromiso y la razón particular e indeseada de aquella cita llena de dolor.
Me subí a la azotea de un cuarto de electricidad del Metro, en plena acera de la Av. San Martín. Allí podría ver sin complicaciones el paso de mi Comandante. Esperamos todos, unos cantando, otros conversando, encontrándose, abrazándose, llorando.
Recuerdo una señora que detrás de mí, con celular en mano, de esos que tienen Tv incorporada con antena y todo, dijo con voz clara, fuerte y con sonrisa luminosa en su rostro: ¡Ya salió! ¡Ya salió!. Eran las mismas expresiones y el mismo ambiente que se vivía cuando, en la Av. Bolívar, alguien informaba que ya el camión, con Chávez arriba, venía de la retaguardia de la marcha o la concentración, transitando toda la avenida, llenándose de pueblo, para luego seguir hacia la tarima y pronunciar su discurso lleno de amor y combate.
Me acordé inmediatamente de una vez que estaba en la Av. Bolívar y sucedió lo mismo: ¡ahí viene! ¡ahí viene!. Lo veía mientras se acercaba. Mi costumbre no era lanzarme al camión, sino subirme a la pequeña isla que divide los canales de la avenida y levantar mi puño izquierdo, mientras veía la caravana del Comandante pasar a mi lado. Una vez más lo hice esa vez. Chávez avanzaba, saludando, golpeando su palma derecha con su puño izquierdo. La gente expresaba su amor hacia él, como siempre, fervientemente. Cuando pasaba casi a mi lado decidió voltear, y casualmente se encontró conmigo y mi mirada. Y con su potente sonrisa y su mirada de centella me señaló. Nos miramos. Y asintiendo con la cabeza mientras aplaudió dos veces como aprobando mi gesto y lo copió, e impulsó su cuerpo zambo hacia adelante y lanzó su puño izquierdo, como ordenando la avanzada desde la vanguardia; lo mantuvo por pocos segundos hasta que volvió a saludar y golpear su palma derecha y lanzar besos y aplaudir por momentos y continuar bañándose de pueblo. Me sentí el hombre más dichoso del mundo.
Lo esperamos, lo esperamos sin saber cómo manejar la tristeza. Ni mucho menos sin saber qué nos depararían los minutos por venir. La gente se subía a los árboles, a los techos de las estaciones del Metro, a los kioscos. Se exponían peligrosamente al montarse sobre ramas débiles, a riesgo de caerse, a saturar los techos de endebles estructuras, sólo para ver una caja, una carroza fúnebre. No. Para mostrar su dolor, su profundo dolor.
El movimiento frenético de motos abriendo aún más la senda por donde pasaría el Comandante, el helicóptero una vez más sobrevolando los espacios, la Policía Militar corriendo, me permitieron prever el paso horizontal de un Chávez durmiendo. Y así fue.
Nunca en mi vida fue más difícil hacer fotos. La gente gritaba, se agolpaba hacia el carro para acercarse y lanzar flores, franelas y gorras rojas, consignas, juramentos, cantos, agradecimientos. Yo bajaba y subía la cámara sin saber qué hacer. De los ojos al pecho, del pecho a los ojos. El dolor era inmenso. Las lágrimas me impedían ver. Por momentos recordaba mi convencimiento sobre el aporte de poder hacer y ofrecer a disposición un registro fotográfico más. Nunca pensé que lloraría tanto mientras obturaba una cámara. Me dolía el alma pensar que el cuerpo del hombre del camión pasaría apagado.
Me reencontré con amigos, amigas y compañera. Iniciamos una vigilia que comenzó a la 10 de ese miércoles 6 de marzo. Y que aún perdura. Fuimos pueblo alzao, acompañando a nuestro líder, recorriendo kilómetros. Cantamos, lloramos, bromeamos, gritamos. Desde el comienzo de esta caminata llena de sol intenso se escuchaba el clamor de que Chávez fuera al Panteón Nacional, para que se acompañe con nuestro otro inmortal: Bolívar.
Laura me comentaba algo que para ella era inmensamente sorprendente. Que un pueblo, bombardeado por una cultura capitalista del consumo y el confort artificial fuera capaz de pasar horas caminando kilómetros enteros bajo el sol inclemente y noches sin alimentos ni bebidas suficientes. Pasar hambre, sed, calor y frío. Estar horas y horas parados y paradas, con la tristeza y el dolor infinito a cuestas para demostrar una virtud difícil de conseguir en la congregación de un pueblo: la lealtad, con Chávez y con las ideas emancipatorias. Pueblo arrecho este. Laura tenía razón.
Ancianas, ancianos, hombres y mujeres en sillas de ruedas, en muletas, niños y niñas, obreros y obreras, campesinas y campesinos, estudiantes, maestros y maestras, trabajadores y trabajadoras de la salud, funcionarias y funcionarios públicos, militantes todos y todas. Los barrios bajaron a despedir a su padre. Las urbanizaciones se vistieron una vez más de rojo, en el interior de la Matria los rincones del país se vaciaron para densificar una Caracas que hasta ahora es cuna y capital del mundo, por Chávez, para despedir su corporeidad.
Caminamos y caminamos. Frente al Terminal La Bandera nos detuvimos para esperar de nuevo a Chávez. Lo habíamos pasado, transitaba más lento que nosotros, por la cantidad de gente que quería caminar, literalmente, junto él. “Los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos y a partir de este momento es prohibido llorarlos” no dejaba de cantar, fue mi mejor forma de condolencia. Pero qué difícil coño, no llorar a mi compañero, mi amigo, mi guía, pana de bromas, alegrías, regaños mutuos, reflexiones, formaciones y lealtades. Esto que uno siente por Chávez es expresión de amor profundo hacia él y un proceso revolucionario impensable hace 15 años. Pana, si supieran la solidez voluntariosa y convencida que ha ratificado el pueblo con la partida de Chávez, quien estuvo lo sabe.
Por eso estas palabras son también la respuesta a las basuras miserables que se han burlado de la muerte de Chávez. Sí si, es contigo, ese y esa que por los medios sociales de la web que se han expresado. Tú, sí, no lo dudes. Si estás leyendo esto es porque tuviste acceso y conocimiento por los medios donde los publico. Y si te has expresado como tú sabes que te has expresado, pues no sigas dudando. Te he leído. Tú, tonto útil que te has expresado y vilipendiado de la forma como lo has hecho. Tus expresiones no son mas que la demostración de un vacío que sientes cuando estás solo y sola, porque no sientes nada. Quieres creer que tienes ideales, pero no sabes lo que es eso. Tú crees que eres un y una “open mind”, y no son sino pequeños burgueses con doctrinas de shopping o un modelo de carro como ideología. Tú vives en el rencor, yo en el amor. Pero confundes, al creer que el amor no moviliza convicciones férreas. Nosotros somos autoritarios, sí, ¿sabes por qué? porque soñamos con prohibir eso que tú, creyente de la Nada, has lisonjeado: el odio y el capitalismo en todas sus manifestaciones. Me sabe a mierda los vínculos de sangre, u otros del pasado. Me sabe a mierda que te ofendas, cuando tú has sido un y una estúpida con tus palabras contra un ser humano lleno de amor, aunque lo niegues. Respondes con tus expresiones cargadas de burla hacia un pueblo que ama a un hombre, como sé que tu nunca amarás a nadie. Elegiste la Nada, elegiste tener la incapacidad para amar a un ser humano, a un guía, a un pueblo. Y no porque me sorprendan te escribo esto, pero creo que ahora es bueno decírtelo, aprovechando que pacientemente te leo cada vez que puedo, veo las imbecilidades que cuelgas. Si te dignaras a leer un poco más por lo menos podrías tener mejores argumentos, pero elegiste tan sólidamente la pereza tonta que tienes que recurrir a la mofa, las preguntas morbosas y las frases discriminadoras, una vez mas. Pero, ¿sabes por qué te leo? Porque leerlos de vez en cuando refuerza nuestra voluntad de estar en la otra orilla del río. Tú eres la alteridad negada, tú eres el ejemplo que sigo para diferenciarme de eso que tú representas. Tú eres el vacío, nosotros somos la reflexión crítica. Tú eres la opinión simple y superficial, nosotros la compleja y profunda. Por eso gracias, no dejen de manifestarse, no dejen de sacar su miseria y sus más fétidos demonios, porque uds. se quedarán en el camino, nosotros seguiremos avanzando. Ustedes no le encontrarán sentido a la vida, por eso eligieron ser autómatas del sistema, les da flojera elegir lo más difícil. Son ovejitas blancas, cómplices y víctimas de los fabricantes de la estupidez opresiva. Uds. vivirán “la soledad de los moribundos”. Se seguirán igualmente estrujando en sus manifestaciones anti todo lo que suene a tierra, a pueblo, a sudor. Por eso esto no es un llamado a la reflexión, Es un llamado a que lo sigan haciendo. Uds. son nuestra antireferencia necesaria. Uds son la antipolítica, por eso eso están descartados, insalvables, así lo decidieron y se les respeta. Por eso, continúen regodeados. Uds. son necesarios.
Y Chávez siguió su camino, rumbo a Los Próceres.
Tuvimos que cruzar la autopista, subir una empinada loma y transitar un puente como vía alterna. Y es que el gentío hacia imposible proseguir por el camino elegido. Cuando llegamos a los monolitos me di cuenta que Chávez ya estaba dentro de las instalaciones de la Academia Militar. A uno se le estruja el alma a cada momento. Fueron 7 horas de camino ininterrumpido, y yo no quería que se acabaran, quería que el destino fuera la Av. Bolívar y que el camión de Chávez apareciera. Una mujer desmayada entrando a una ambulancia me recordó que en ese atardecer no habría camión ni tarima, sólo una espera hasta el amanecer para poder ver a Chávez, durmiendo en la inmortalidad.
Fue una noche de relatos, impresiones, reflexiones sobre el porvenir, sonrisas y cansancios. A cada quien le dolía algo; a todos: el alma. Nos levantamos cuando veíamos a alguien en condiciones menos favorables que la de nosotros. Nos levantamos cuando se nos metía en el pecho la certeza de que veríamos a Chávez por última vez, tan de cerquita.
Por ahí, en medio de la cola popular, en horas de la madrugada del miércoles 6 de marzo, me mostraron unas palabras del general José Ornella, jefe de la Guardia Presidencial, donde relató que ya sin poder hablar se le pudo leer en los labios al Comandante implorando: “yo no quiero morir, por favor no me dejen morir”. Y es que el Comandante no se quería ir, es conocida su firmeza y su esperanza aferrada a la vida. En la cola de despedida, nos contaría alguien que ya había entrado a verlo que él, Chávez, vestido con su uniforme militar y con su rebelde boina roja, tenia un aspecto más que circunspecto, como de enojado, con el cejo fruncido. Luego lo corroboraría. Chávez se fue arrecho, él no quería irse. Ya lo aceptará.
En la espera me enteré que también un 5 de marzo José Martí escribiría "La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida".
Incluso me contaron cómo Chávez se burló de la derecha, los atormentó diciendo siempre que él estaría gobernando hasta el 2021. La derecha no descansó hasta evitar que esto sucediera, planes de atentados, golpes de Estado, sabotajes petroleros y patronales, terrorismo mediático nacional e internacional 24 horas al día, golpes económicos, golpes por goteo, asesinatos selectivos, bloqueos, traidores, financiamiento foráneo. Pero no lograron evitar que esto sucediera. Chávez se nos fue el 5 de marzo: 5 + 3 + 2013= 2021.
Al amanecer logramos entrar en el salón donde estaba mi Comandante.
Un silencio rabioso que me aturdía arrastraba mis pies. Cuando me acercaba hacia él, esos pocos segundos bastaron para volverlo a mirar a los ojos. Esta vez él no me miró; es que estaba durmiendo, descansando. Esta vez el puño no lo alcé, lo coloque en mi corazón, diciéndole cuánto lo amaba, jurando ante él que la lucha por dignificar este mundo seguirá. Antes de partir miré su pecho. Me sorprendí.
Chávez en su pecho tenía un espejo.
Y comprendí que Chávez será el Grande Eterno, no por su humanidad, no por haber existido, sino porque ha sido el foco de todas las energías, de todas las historias humanas que han sufrido y soñado con otra manera de construir una realidad transformada para dignificar la vida misma.
Su enfermedad no logró borrar ese reflejo en el que nos miramos todas y todos los que estamos convencidos de que otro mundo es posible, porque somos la inmensa mayoría de este mundo.
Por eso ya nadie quedará ausente. Por eso la lucha seguirá sin demora ni apuro, sino a paso firme. La tristeza y el dolor de mi pueblo se suman a las tristezas y a los dolores históricos que han permitido seguir transformando esto que llamamos la vida, la existencia humana. Por eso relaja ese ceño mi pana, que aquí nos quedamos nosotras y nosotros. Te seguiremos llorando y seguiremos soñando junto a ti hermano. Vete a bailar joropo, vete a cantar mal y bonito con el Carrao y con Alí, ándate a conversar eternamente con el Ché, vete a pasear por la sabana como soñabas, vete a acostarte en un chinchorro en la inmensidad eterna de la noche llanera. Pero sobre todo canta, porque tu voz siempre resonara en nosotros y nosotras como disparos de amor combativo. Porque aunque te vayas estarás... Siempre.
Eres luz convertida en lucha, porque hace tiempo eres millones y millones.
Yo veo que hago con mi profundo dolor, tú tranquilo.
¡¡¡Hasta la victoria siempre!!! mi alto pana y hermano Hugo Chávez.
Por
Francisco Javier Ruiz Marfil
En Javier Marfil